Durante muchos años en Estados Unidos, se popularizó la utilización de escafandras quirúrgicas, durante las cirugías de implantación de prótesis de cadera y rodilla, así como para la cirugía de revisión (recambio de prótesis).

El objetivo era la disminución de las posibles infecciones postquirúrgicas.

Así pues, a las medidas habituales de; guantes estériles, gorro, mascarilla, desinfección de la piel y profilaxis antibiótica (administrar antibiótico antes y durante la intervención) se le añadía, la utilización de escafandras quirúrgicas, por parte de todo el equipo quirúrgico (cirujano, ayudantes e instrumentista).  En ese momento, se pensaba que con esta nueva medida, se minimizaría el riesgo de que el equipo quirúrgico fuera el foco de la posible infección.

Esta nueva práctica, nunca llegó a implantarse en Europa de forma definitiva como con el resto de protocolos y procedimientos dentro del área quirúrgica.

Y por ello nos planteamos la siguiente pregunta:

¿Son realmente útiles las escafandras quirúrgicas para disminuir el riesgo de infecciones?

 

Pues, parece que según diversos estudios publicados, no existen evidencias concluyentes, para apoyar la implantación de la utilización de este tipo de barrera.

No se ha logrado demostrar hasta la fecha, que su uso consiga disminuir el riesgo de infección postquirúrgico, dado que el origen más frecuente de las infecciones se encuentra en la piel del enfermo y no en el ambiente.  Sin embargo, actualmente, y sobre todo, desde que empezó pandemia que estamos sufriendo (COVID-19), las escafandras han ganado popularidad como protección de los profesionales, ya que actúan como barrera a posibles agentes externos que podrían ser nocivos para el cirujano y equipo quirúrgico.

Así pues, parece ser que las escafandras quirúrgicas han logrado, alcanzar una mayor presencia y popularidad en nuestros quirófanos.

 

Dr. Lluís Puig Verdié

Cirugía Ortopédica y Traumatología

Nº Colegiado: 28473

Hospital Quirónsalud Barcelona

 

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